miércoles, 1 de agosto de 2012

¿QUIÉN SE HA LLEVADO MI QUESO?

Nuestro mundo cambia constantemente, pasamos de niños a adolescentes, de  primaria a secundaria, de solteros a casados, de un trabajo a otro, etc.

La manera en la que afrontamos cada uno de estos cambios, depende exclusivamente de nosotros. El papel que jugamos tal vez coincida con el de alguno de los personajes de la fábula: Fisgón, Escurridizo, Hem o Haw.

Por el momento mi caso se centra en mi familia, mismo que expongo a continuación.
En casa se venía realizando el consumo de alimentos sin ningún control específico con respecto a cantidades, se dejaba en libertad de comer todo lo que se quisiera. Estábamos ubicados en una zona de confort, en la cual aparentemente no había problemas. Sin embargo, cada uno de los integrantes tiene diferente metabolismo, mi hijo tiende a subir de peso con facilidad, sobretodo en período vacacional, dado que en este lapso él tiene menos actividades.

Hace unos días, en la última visita al médico, él me hizo la observación de que mi hijo se encontraba por arriba del peso permitido, de acuerdo a su talla. Y algo más, si el subía un kilo más, estaría con problemas de sobrepeso.

En ese instante se encendió una luz de alerta… le comenté al pediatra lo que estaba haciendo con referente a su alimentación y él me hizo algunas sugerencias.

En familia analizamos lo que hemos estado haciendo e intercambiamos opciones que nos puedan ayudar a mejorar la salud, llegando a la conclusión de que no era conveniente cambiar solamente la alimentación a mi hijo; sino más bien, cambiar nuestros hábitos alimenticios en la familia. Desprendernos de viejas costumbres.
Ese día iniciamos con el consumo de alimentos diferentes.

Ahora es el momento para abrir la puerta a nuevas dietas, presentar una gama más amplia de alimentos, ser flexibles, motivarnos unos a otros, ser diferentes para bien (ejemplo) y buscar acciones alternas como lo son las actividades físicas. Explorar el laberinto.
Estamos en la búsqueda de nuevas perspectivas, sabemos que los hábitos no se modifican de un día para otro, pero también consideramos que la constancia y la perseverancia rendirán frutos.

Sé que para algunos es más difícil que para otros, pero estamos en la firme convicción de mejorar la salud de los integrantes de la familia. Tenemos que cambiar por el bien de nuestro hijo y por nuestro propio bien.

Nada se puede mejorar, mientras no cambie uno mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario